Hace poco viajé a Toronto a visitar amigos y familia, aunque el motivo verdadero fue participar en un torneo de golf a beneficio de chicos. Este evento lo vienen haciendo hace mucho, pero este año le agregaron un torneo de poker.
El torneo se hizo en Downtown Porsche, un concesionario de la marca alemana en el centro de Toronto. Cuando llegué hubo una especie de confusión sobre si iba a jugar o iba a ser el maestro de ceremonias. La decisión fue simple al enterarme de que el premio al ganador era un Porsche 0 km…
Al ser el “nuevito” ahí, no quería quejarme mucho. Les expliqué que en un torneo con niveles de 15 minutos, lo más probable es que no ganara. ¡Y eso fue antes de enterarme de que era con rebuys!
Sólo hice dos recompras, ya que estaba ahí para pasarla bien y hacer caridad. Pasaron un par de horas y, a pesar de tener pocas fichas, todavía estaba en el torneo.

Empezamos con casi 200 personas y en un momento noté que la mayoría de las mesas estaban vacías. Pregunté: ¿cuántas mesas quedan? Para mi sorpresa, sólo dos. Justo cuando me estaba por tocar el botón, el supervisor anunció que habíamos llegado a la mesa final y que encima íbamos a empezar todos con la misma cantidad de fichas.
Empecé dominando la mesa final. Robé varios pozos y eliminé a dos jugadores rápidamente. La mano clave del torneo fue contra una señora que era la primera vez que jugaba poker en su vida. Cuando jugamos contra principiantes, hay varias cosas que debemos tener en cuenta. Bluffear no está en mi lista de prioridades en este caso. Al contrario. Conviene determinar exactamente cuánto sacarles a nuestros oponentes cuando tenemos la mejor mano.
Todos empezamos la mesa final con 550 en fichas y para ese momento yo ya tenía 2.000, mientras la señora sumaba 1.200. En posición temprana, me repartieron Q♣J♣y decidí sólo pagar, ya que por lo menos tres jugadores me iban a pagar cualquier subida chica que hiciera. Cuatro vimos el flop: J♠7♥2♣. Había 120 en el pozo y decidí apostar 100. Sólo la señora pagó.
El turn fue aún mejor: la Q♥. Si yo pasaba, ella seguro haría lo mismo. Si apostaba demasiado, seguro foldeaba. Terminé apostando 300, casi el tamaño del pozo. Ella pagó rápidamente.
El river fue el 3♠. Miré sus fichas y vi que le quedaban aproximadamente 800. El tema es que creía que ella ni siquiera tenía un par. Si es que lo tenía, seguramente eran sietes. ¿Por qué pensaba eso? Me baso principalmente en el tiempo que se tomó para pagar cada una de mis apuestas anteriores. En el flop se tomó un tiempo largo, aunque en el turn pagó un poco más rápido. Pensé que tenía 10-9, A-10 o A-K.
Antes de hacer mi apuesta se me vinieron varios pensamientos a la cabeza: ella estaba orgullosa de ser la única mujer de la mesa final y no iba a pagar todas sus fichas en un hero call. Era curiosa, de eso estoy seguro, pero si la ponía en una situación de todo o nada, pensaba que iba a ir por el todo. Así que aposté 600, dejándole 200 en fichas. Pagó rápidamente y mostré mi mano. Dijo “pensé que estabas mintiendo”, y me mostró A-10.
El poker es un juego muy interesante. No jugaba con amateurs de este calibre hacía años (o desde la Serie Mundial, de hecho) y me olvidé de que hay que actuar de un modo distinto a cuando jugamos contra jugadores más hábiles. Esta mano la podría haber jugado del mismo modo contra un jugador habilidoso, pero hubiese sido por motivos completamente distintos. Esa mano demuestra un concepto muy valioso: para hacer la jugada correcta hay que tener en cuenta la fortaleza, las debilidades y las tendencias de nuestros oponentes.
Al final gané el torneo, a pesar de haberles prometido a los organizadores de que el evento era “pura suerte” y que no iba a ganar. Basándome en todo esto decidí no aceptar el auto y se lo di al que salió segundo. El no tenía idea de que yo iba a hacer eso, así que fue un momento muy lindo.
Al final del evento me saqué algunas fotos con el “ganador”, en mi auto. Digo… su auto.
Fuente: CardPlayer Latinoamérica